- “Te amo” - dijo el principito.
- “Yo también te quiero” - dijo la rosa.
- “No es lo mismo” - respondió él.
Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro placer de dar.
Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado, sólo se da en el conocimiento. Sólo podemos amar lo que conocemos, porque amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se indemniza.
Y conocerse es justamente saber de ti, de tus alegrías, de tu paz, pero también de tus enfados, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende el enfado, la lucha, el error y no e
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