- “Te amo” - dijo el principito.
- “Yo también te quiero” - dijo la rosa.
- “No es lo mismo” - respondió él.
Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro placer de dar.
Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado, sólo se da en el conocimiento. Sólo podemos amar lo que conocemos, porque amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se indemniza.
Y conocerse es justamente saber de ti, de tus alegrías, de tu paz, pero también de tus enfados, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende el enfado, la lucha, el error y no es sólo para momentos de alegría.
Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía.
Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.
Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí.
Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.”
- “Ya entendí” - dijo la rosa.
- ”No lo entiendas, vívelo” -dijo el principito.
“El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry |