A veces el mejor remedio para reconstruirnos es la distancia. La distancia física... y también la afectiva. Sin el propósito de herir a nadie y con el único fin de reencontrarnos con nuestras partes sanas, aclararnos y fortalecernos.
La vida nos termina enseñando con el tiempo que el mejor remedio es el que nos bridamos nosotros... si dejamos de esperar milagros de otros y asumimos la vida (por fin) como nuestro recorrido a cumplir.
Pero a veces nuestra mente y cuerpo están tan estresados que se pierden en el caos existencial. Vivir agota mucho, en especial para aquellos que se empecinan en hacer las cosas bien. Hay demasiadas fuerzas opuestas i
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