A veces el mejor remedio para reconstruirnos es la distancia. La distancia física... y también la afectiva. Sin el propósito de herir a nadie y con el único fin de reencontrarnos con nuestras partes sanas, aclararnos y fortalecernos.
La vida nos termina enseñando con el tiempo que el mejor remedio es el que nos bridamos nosotros... si dejamos de esperar milagros de otros y asumimos la vida (por fin) como nuestro recorrido a cumplir.
Pero a veces nuestra mente y cuerpo están tan estresados que se pierden en el caos existencial. Vivir agota mucho, en especial para aquellos que se empecinan en hacer las cosas bien. Hay demasiadas fuerzas opuestas intentando succionar nuestra energía.
En momentos de pisar bordes pregúntate: ¿Has intentado tomar distancia de eso que te afecta tanto? ¿Has tomado las medidas de reconstrucción necesarias? ¿Te has quedado a solas, sin conexión con nadie, más que con tu voz, tu razonamiento, tus análisis, tus emociones, tus sensaciones, tu soledad?
Tomar distancia es productivo si no nos engañamos. No se trata de sólo distraer la mente. Se trata de reencontrarnos con nosotros… y sentirnos mejor.
La buena compañía también ayuda. Las charlas sanas oxigenan. El entorno, un buen ambiente, el paisaje, los sonidos naturales, la luz, la brisa... son aspectos que despejan mucho la mente y relajan los músculos contracturados.
La naturaleza tiene una voz única y especial para ayudarnos a estabilizarnos y calmarnos.
Sin duda el mantenernos firmes en la tensión, en la discusión, exigiendo al otro que vea lo que no ve, esperando palabras que no llegan, intentando entender lo inexplicable, analizando sin descanso y sin llegar a conclusiones, desesperándonos ante la impotencia y la confusión... no llegaremos lejos en esa situación.
En instancias así, la distancia suele ser el mejor refugio para restaurarnos y volver a edificar nuestra paz interior, nuestro equilibrio y seguridad.
No dudes en tomarla, saca su provecho, libérate de tanta angustia y presión. Y si hay otros involucrados, quizás les pase igual, se alivien y piensen mejor todo lo que les dijiste.
Generar espacio entre dos leños que arden los apaga lentamente si no hay viento. Así que, simplemente, ve a un sitio calmado, apártate, sepárate, desconéctate, alíviate… y reencuéntrate.
Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena |