Estimado “yo limitante”,
En primer lugar quiero darte las gracias por el papel que en ocasiones has jugado en mi vida. De no ser por ti, mi “yo acelerador” hubiese cometido imprudencias temerarias. A veces te he vivido como un maestro interior, cuya voz me servía para frenar mis más locos impulsos, para exigirme más a mí misma, para apagar el fuego del exceso y para entrenarme en difícil don de la paciencia.
Pero hoy quiero expresarte mi resentir contigo: tu intervención seca y helada también me hizo daño, porque creaste miedos absurdos, me hiciste alejarme de mi naturaleza expansiva y confiada. Conseguis
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