Estimado “yo limitante”,
En primer lugar quiero darte las gracias por el papel que en ocasiones has jugado en mi vida. De no ser por ti, mi “yo acelerador” hubiese cometido imprudencias temerarias. A veces te he vivido como un maestro interior, cuya voz me servía para frenar mis más locos impulsos, para exigirme más a mí misma, para apagar el fuego del exceso y para entrenarme en difícil don de la paciencia.
Pero hoy quiero expresarte mi resentir contigo: tu intervención seca y helada también me hizo daño, porque creaste miedos absurdos, me hiciste alejarme de mi naturaleza expansiva y confiada. Conseguiste que me acomplejara porque para ti nunca hacía lo suficiente. Me quieres convencer de que todo es demasiado difícil, alejado, lento, estructurado… ¿De dónde sacas tanto dramatismo? ¿Son creencias heredadas de mis ancestros? ¿de la educación que recibí en mi sociedad? ¿de mi cultura? ¿De verdad crees que en la vida hay que estar siempre en guardia porque todo puede ir mal o porque yo todo lo hago mal? Perdona, pero no siempre es así. Esa voz tuya, comienza a perder sentido a medida que aprendo el lenguaje que habla mi consciencia más pura.
Por eso, desde el amor y el agradecimiento, te informo de que, aunque sé que seguirás conmigo hasta el fin de mis días, comenzaré a hacerte menos caso. No es compatible seguirte con la intención de vivir el mayor tiempo posible en la libertad y en la alegría. Cuestionaré tus órdenes cada vez que te interpongas a mis decisiones. No necesito siempre estar pisando el freno. Te voy a desobedecer y por tanto, no detendrás ya nunca más mi marcha. ¡Basta!
Firmado,
El observador interno
Carmen Guerrero |