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22:11
DIME LO QUE COLECCIONAS Y TE DIRÉ DE QUÉ CARECES

En una feria de coleccionismo selecta, a la que acudían obsesiv@s de máximo nivel, conocí a un aficionado a las antigüedades. Me confesó que sus ancestros vieron una vida infinitamente mejor que la suya y que “todo lo que habría esperado de la vida está en el pasado”. Me enseñó fotos de su casa decorada con objetos de antaño, y las imágenes no reflejaban precisamente la atmósfera de un hogar acogedor y funcional, sino más bien mostraban una oda a la nostalgia.

Justo a unos metros de allí, dos coleccionistas de sellos comentaban  un rasgo común entre ellos: el deseo frustrado de haber viajado a otros países para haber podido conocer todos los rincones escondidos del mundo. ¿Algo los mantenía encerrados en sus respectivos pueblos, dejándolos incomunicados con el resto del planeta?

Las coincidencias seguían sorprendiéndome en cada  stand de la feria. Un grupo de ancianos, coleccionistas de juguetes antiguos, se quejaban de que empezaron a trabajar demasiado jóvenes. ¿Habían sufrido lo que se llama “un robo de infancia”?

Los que atesoraban y clasificaban meticulosamente monedas y billetes antiguos, provenían todos de árboles genealógicos en los que en alguna rama, el dinero brillaba por su ausencia. Conocer, poseer y manejar ese tesoro, decían, les daba un placer difícil de explicar.

También había coleccionistas de obras de arte y muchos de ellos eran artistas frustrados, inseguros, acomplejados que se sentían faltos de talento. ¿Podría ser que no se dieran permiso para crear, pero sí tenían vía libre para admirar a los creadores reconocidos?

A nivel personal, revisé mentalmente mi época de coleccionista de calendarios. La reflexión me hizo resignificar la experiencia: no era una simple manía de tener estampitas con días, meses y años completos impresos metidas en una caja cada vez más llena, sino que necesitaba visualizar la perspectiva de los años pasados, para integrar la diferentes etapa que parecían desconectadas entre si, en una sola vida.

Las casetas de la feria estaban dispuestas formando una especie de laberinto que se hacía más desordenado a medida que el visitante se adentraba en él. Me fui dando cuenta de que todas ellas, además de exponer objetos curiosos, piezas únicas, rarezas difíciles de encontrar, reunían grupos de persona con al menos dos elementos en común: el tipo de objeto coleccionado y aquello de lo que se sentía carente en su vida.

En el centro de ese caótico laberinto vi un stand lleno de relojes de todo tipo y de diferentes épocas. Hablé con tres personas interesadas en estas máquinas marcadoras del tiempo y las tres tenían un extraordinario deseo de controlarlo, a la vez que un profundo miedo a que pase demasiado deprisa y les alcance la muerte. “Puede que les faltara desarrollar la habilidad de vivir el presente… y para eso no hace falta ningún reloj”, pensé mientras uno de esos relojes, el más antiguo de todos, comenzó a sonar con el mismo tono de alarma de mi moderno teléfono móvil… Fue ahí cuando me di cuenta de que estaba soñando. ¡El mundo onírico y sus fantásticas asociaciones!

Carmen Guerrero

Categoría: Metagenealogía y Psicomagia | Vistas: 934 | Agregado por: CRoWLeY | Valoración: 0.0/0
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