– ¿Quién soy?-, se preguntaba el niño entre las cuatro paredes de su habitación, cansado de escuchar a sus padres decir: “No molestes, estamos muy ocupados”.
Se transformó, primero en un adolescente problemático, después desperdició su juventud tratando de llamar la atención con actos incomprensibles. Más tarde, como adulto neurótico, probó todo tipo de terapias sin encontrar ninguna que llenara su sensación de vacío. En plena madurez, realizó estudios de filosofía y metafísica que tampoco solucionaron su problema.
El día que cumplió sus cien años, se celebró una multitudinaria fiesta en la que fue visto por primera vez.
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