El pasado dice siempre "¡PRESENTE!" en la vida de todos. No importa el pasado que tu selectivo psiquismo recuerde. Seguramente hay otras facetas del pasado que quedaron en rincones reprimidas, camufladas de tal modo que ni tú mismo las detectas y menos aún las asocias a hechos de tu vida actual. Pero el pasado no se transitó en vano.
Lo bueno y lo malo siempre deja registros. Siempre nos condiciona en nuestras capacidades en general, en nuestra madurez emocional, en nuestros modos de ver las cosas y de decidir sobre otras. El pasado nos determina aunque intentemos disfrazarlo, distorsionarlo o hasta esquivarlo. ¡Siempre nos alcanza!
El pasado nos pisa los talones en el presente y nos hace malas jugadas... porque ni siquiera nosotros mismos podemos explicar ciertas cosas que hacemos o que decimos. Pero cuando nos sentamos a analizarlas, podemos ver claramente que la real causa está arraigada en aquel pasado perdido de la memoria.
Muchas fallas del presente se generaron en eventos lejanos de nuestra historia, en vivencias que no supimos entender ni explicar, y que las circunstancias y otros nos hicieron transitar. El psiquismo es víctima inocente del pasado traumático.
En la vida actual el psiquismo sólo reacciona en base a lo que aprendió para defenderse. Y así, por lo vivido, por lo olvidado, por lo reprimido, por lo no hablado y menos reconocido... surgen las máscaras, los disfraces y personajes que actuarán en el escenario de nuestro presente. Surgen las apariencias, mostramos lo que no somos sin darnos cuenta. El otro no logra entendernos, nosotros no logramos explicarnos, se generan las crisis en los vínculos y las distancias, los daños están a la vuelta de la esquina... y de manera inesperada, el adulto se ve llorando como un niño...
El pasado ha pisado el presente. Y lo ha desnudado. Por eso en terapias siempre necesitamos ir al pasado. Para entender mejor el aquí y ahora, para ayudar a la persona a procesar lo que no puede ver de sí mismo, para asimilar esos nuevos contenidos que recién ve, pero que en realidad estuvieron dentro suyo por toda una vida y son antiguos.
Cuando por fin las máscaras se caen, los personajes se esfuman, los disfraces se evaporan y queda ante él mismo y ante el mundo su verdadera esencia, su YO REAL, expuesto, al desnudo… es en ese exacto momento que las partes débiles, las fuertes, las cansadas, las temerosas, las enojadas... todas necesitan sentarse en la misma mesa a dialogar, todas están dentro del mismo cuerpo intentando entenderse y armonizarse.
Lograr un equilibrio no es tarea sencilla, pero vale la pena, porque se trata de vivir nuestra vida, sin ser esclavos de máscaras, sin falsedades, sin apariencias, sin adornos, sin disfraces ni mentiras. Liberarnos de toda esa carga y mostrarnos tal cual somos. Aceptarnos, con virtudes y carencias, y animarnos a vivir así, sin tantos cuestionamientos, sólo entender que venimos a vivir, a crecer, a caernos, a levantarnos y a aprender.
El pasado dañado se puede sanar sólo si uno mismo tiene la valentía de regresar a él, enfrentarlo, curarlo, y darle a la parte nuestra que aún sufre el cariño que los personajes del pasado no supieron darle. ¿No te amaron? ¿Te dañaron? ¡Estás por fin tú mismo para hacerlo! El primer amor que jamás te fallará está en ti, sólo tienes que aprender a desarrollarlo.
Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com |