El proceso de desprendernos de lo que nos daña no es tan fácil como la lógica nos indica. Es muy sencillo decir: "si duele, no lo toques, ¡aléjate!"
Cuando éramos pequeños nos decían eso y el asunto se reducía a si obedecíamos la alerta que nos daban o si éramos desafiantes e igual nos lanzábamos a la aventura de lo que parecía arriesgado y peligroso.
El asunto es cuando las emociones y los desafíos cambian.
De grandes ya no es tan sencillo detectar lo peligroso, es más, caemos en oscuras trampas afectivas que nos impiden darnos cuenta: ésto nos dañará
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