El proceso de desprendernos de lo que nos daña no es tan fácil como la lógica nos indica. Es muy sencillo decir: "si duele, no lo toques, ¡aléjate!"

Cuando éramos pequeños nos decían eso y el asunto se reducía a si obedecíamos la alerta que nos daban o si éramos desafiantes e igual nos lanzábamos a la aventura de lo que parecía arriesgado y peligroso.

El asunto es cuando las emociones y los desafíos cambian.

De grandes ya no es tan sencillo detectar lo peligroso, es más, caemos en oscuras trampas afectivas que nos impiden darnos cuenta: ésto nos dañará, de aquí saldré lastimado, mejor recojo mis cosas y me voy, o mejor no lo hago... Ojalá las cosas fueran tan sencillas como cuando éramos pequeños.

Pero los vínculos tóxicos existen, las relaciones que aparentan una cosa pero luego resultan otras, existen los que terminan extremadamente heridos, y existen las personas con formas de ser insanas que van por la vida simplemente sin considerar el sentimiento ajeno, sólo atendiendo lo suyo.

La frase de la imagen no te dice que será sencillo. Sólo te da pautas, referencias, alertas, para que tengas en cuenta, en cualquier relación o situación que sucedan éstas cosas... te conviene soltarlas. Dejarlas ir.

Muchos dirán: "¿Pero cómo? ¡Ya no sé soltarlo! Ya no me animo, ya estoy frágil, ya soy dependiente, ya me da miedo, temo lastimar al otro también si lo suelto" etc. etc.

Ahí está el duro proceso interno reconstrucción y de aprender sobre el desprendimiento de aquello que nos afecta, y nos hunde.

Quizás tendríamos que aprender a amarnos de nuevo, a valorarnos lo suficiente como para decir: " Aunque me duela, aunque me dé miedo, no me conviene... por mi bien, yo lo suelto... no estoy obligado a mantener un lazo eterno de relación con alguien que me daña hasta el punto de no darse cuenta. No soy el salvador de todos, ni me merezco soportar lo insoportable. Me tengo que salvar a mí para poder rescatar luego a otros. Nuevamente: por mi bien, ¡me suelto de ésto!"

La reconstrucción del amor propio te llevará a una vida más fuerte, clara y sana. Verte con ojos nuevos a ti mismo. Priorizarte. Reparar lo roto. Adentro hay muchas heridas aún abiertas que te llevan a un presente infeliz. Necesitas volver a tu sonrisa y tu paz. Tu equilibrio y tu armonía. Tu hacer las cosas que te hacen bien. Tu disfrute por lo simple. Tu fortaleza para seguir otros sueños. No podrás hacer nada de eso si sigues desangrando heridas internas y viejas. Ya lo sabes. Estás alertado. Si te duele, ¡suéltalo!

Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com