Los vacíos facilitan el reencuentro con uno mismo. Hay relaciones que nos alejan de nosotros, que nos marean, nos confunden, nos succionan. Y en lugar de ser felices siendo nosotros mismos, hacemos felices a otros dejando de ser nosotros, desatendiéndonos, postergándonos, demorándonos, olvidándonos de sueños, de deseos, hasta de formas de ser, de hablar, de pensar... ¡incluso de vestir!... se va como diluyendo en el aire nuestro real YO… y pasamos a ser el YO que los otros necesitan ver en nosotros, el YO que los otros reclaman o exigen, el YO que los otros se pintaron en su mente...
¿En qué momento nos perdimos? ¿En qué momento dejamos de ser nosotros mismos?
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