Decir lo que pensamos es un paso fundamental no sólo para que el otro sepa con claridad nuestra postura y lo que sentimos, sino también para nosotros mismos, porque al verbalizar nuestros pensamientos nos comprometemos más con ellos y reforzamos con más nitidez lo que decidimos y queremos.
Muchas personas dicen: "¿Para qué decir lo que uno piensa si igual la otra persona luego hace lo que quiere? No sirve de nada que yo me exprese. En muchos casos a nadie le importa mi opinión. En los hechos finales la otra persona no cambia porque yo hable, seguirá en su postura".
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