Erase un pueblo en el que todos sus habitantes, desde los niños hasta los más ancianos, llevaban muletas para moverse de un lado a otro. Pero un día, un joven se planteó si sería posible olvidarse de ellas para caminar sin necesidad de ayuda. Al plantear su idea a los más viejos del lugar, todos se echaron las manos a la cabeza y empezaron a tratarle de insensato y de loco.
El muchacho no estaba dispuesto a tirar la toalla así como así, ni siquiera cuando el consejo de sabios le envió un emisario que se dirigió a él en estos términos:
"Durante generaciones y generaciones, todos hemos aprendido a utilizar las muletas. Con ellas, nos sentimos seguros y cómodos. Además, ¿cómo vas a ignorar el conocimiento acumulado durante siglos, los libros escritos sobre su uso, las piezas de nuestros antepasados atesoradas en los museos?".
Pero nada de eso, ni siquiera las súplicas de su padre -"tu bisabuelo, tu abuelo y yo las hemos usado..."-, lograron hacerle desistir. Y, aunque al principio se caía, pronto corrió libre sin ayudas.
Lo mismo ocurre en nuestras vidas. Sólo si desafiamos las convenciones y dejamos de apoyarnos en las "muletas" de la tradición lograremos ser nosotros mismos y encontrar el camino hacia la libertad. |