Para muchos es más fácil no creer que creer. La vida se encargó de generarle las suficientes dudas y desconfianzas como para depositar en el alma la valiosa luz de una ilusión. Pero la vida misma también se encarga de regalarnos sorpresas... de los lugares más inesperados... pero siempre llega.
El que sufre necesita cosas concretas para aliviarse. No quiere lindas palabras impregnadas de sincero cariño, tampoco quiere ambiciosos pronósticos que le cambien la vida... porque todo sonará a imposibles, a caminos lejanos, a metas inalcanzables...
Es de cuentos que llegue alguien a nuestra historia, pase la página y le de sentido a todo lo sin sentido. Pero cuentan los libros que recrean la vida real que es un hecho comprobable y que suele pasar: a veces llega alguien... y todo cambia, todo gira.
No tiene que ser forzosamente una pareja, puede ser un amigo, puede ser un hijo, puede ser incluso un extraño... simplemente alguien inesperado que toma un significado especial para nosotros y sin proponérselo nos redirecciona la ruta, el camino... y tomamos un empuje nuevo y refrescante para transitarlo y vivirlo. Y todo aquello que dolió tanto, que quemó tanto, que nos marcó tanto, que nos hundió tanto... pasa a ser un interesante pasado que jamás será olvidado... pero que ¡sin duda nos ha enseñado!
Por eso mismo es que el enojo, la indiferencia y lo insano se marchan, y el amor sincero, constructivo, llega y se queda.
Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com |