Dejar suelta nuestra inteligencia, nuestro lado sabio, el que conoce el poder de las cosas, de los sabores, de los colores, de los números, de los lugares, de las sensaciones, de los paisajes, de los sentimientos, de los libros, etc. Entonces es cuando el conocimiento se vuelve recreo, diversión, producción, pasión... creación.
Cada ser humano tiene su propia inclinación acerca de sus preferencias a la hora de querer conocer. Cuando algo nos apasiona nos volcamos con pasión sobre eso. Lo investigamos, lo desmembramos, lo intentamos entender, desmenuzar. Entramos en sus raíces, lo olemos, lo masticamos intelectualmente y lo vamos digiriendo, introduciéndolo en nuestro conocimiento. Lo producimos, lo mejor
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