Su casa parecía estar rodeada por una enorme muralla defensiva que la protegía de los enemigos y, a su vez, también aislaba de los posibles colaboradores. Allí reinaba con el poder absoluto de una princesa de cuento. Sus padres actuaban a su servicio y sus deseos se convertían en órdenes. Quedaba claro que los esfuerzos en el interior de aquel hogar estaban dirigidos a satisfacer las necesidades de aquella joven reina, convertida en centro absoluto de la vida de sus progenitores. Siempre tuvo permiso para comportarse como una niña pequeña consentida (privilegios de la realeza) a pesar de que la infancia hacía tiempo que había quedado atrás.
Cuando trató de salir de aquel “castillo” encantado (absolu
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