Más que máscaras parecen escudos defensivos, protecciones que la persona aprende a usar desde que es pequeña, desde que la vida le enseñó que tiene que ponerse esos disfraces y caretas.
Lo único real de ese "juego" es que están ocultando la verdadera identidad de quien que los usa.
Un simple ejemplo, el que fue maltratado aprende con el tiempo a mostrar su faceta del fuerte y desafiante, del contestador y rebelde, para mostrarle al mundo que sabe defenderse... es un modo de decirle a todos: "a mí no me toca nadie más, de mi nadie más abusa, yo puedo defenderme solo, ¿a ver quién se atreve a tocarme de nuevo
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