La obsesión con medir la libertad sexual de la mujer en términos de cuan puta se es, no es más que una forma de aferrarse al pasado. Tanto para quien sabe que lo está intentando como para quien ni se lo imagina.
Nos retrotrae a un pasado histórico en que la mujer era poco más que un objeto que pasaba de manos de su padre a manos de su esposo, en esa transacción económica que dieron en llamar matrimonio, que se consumaba en el cuerpo femenino convertido en moneda de cambio. Pero esa transacción económica estaba aprobada socialmente, y la otra forma que tenía la mujer de subsistir, era a través de una transacción económica desaprobada socialmente, la prostitución.
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