Ser auténtico es un alivio. Vivir pendientes de lo que otros esperan de nosotros es agotador.

La persona que fluye sin tantos reparos, que se muestra tal cual es, que tiene y defiende sus principios e ideas, que no se frena a la hora de expresarse, de vivir, de relacionarse... es una persona libre, tranquila, confiada, segura.

Es cierto que la sociedad nos condiciona. Es verdad que el entorno siempre nos reclama, nos critica, nos influye.  También es una realidad (que todos vivimos) el que para ser aceptados, queridos, respetados, apreciados, muchas veces nos tentamos a darle a los demás lo que necesitan ver en nosotros, sin darnos cuenta que de ese modo nos estamos perdiendo de nosotros mismos, de nuestra esencia, de quienes somos.

Perdernos de nuestra autenticidad es una forma lenta de morir. Dar a otros lo que quieren sacrificando nuestros estilo, maneras, pensamientos, es como entrar en un laberinto casi sin salidas.

Muchas personas dicen: "Me perdí de mi ¡ya no sé quién soy! ¡ni qué quiero de la vida! hace mucho tiempo yo sabía quién era y lo que quería... ahora estoy mal, confundido, agotado, me siento extraño dentro mío... ¡no me reconozco!"

El desconocerse es una de las sensaciones más desesperantes para el ser humano. Perdemos nuestros puntos más básicos de referencia, es como ir en un mar sin brújula, sin faros, sin norte… sólo guiándonos por lo que otros barcos (cercanos y lejanos) nos dicen...

Busquemos y usemos nuestras herramientas para rescatarnos por nuestros medios, confiemos en la mejor y más efectiva de las fuerzas: nuestra claridad, nuestras certezas, nuestra brújula.

Lo que nos llevará a un destino seguro no será lo que otros nos digan. Aunque tengan las mejores intenciones, nos pueden ayudar mucho, pero el mejor empuje vendrá de nosotros, el remo y la fuerza vendrán de nosotros. Aún atravesando fuertes tormentas, habrán siempre puntos de apoyo, guías y sostén, pero no avanzaremos nada si no nos remangamos y ponemos perseverancia en el principal objetivo: creer en nuestras capacidades que, aunque estén semi-hundidas, serán las más eficaces.

Es frecuente que la persona repita: "Sí, eso ya me lo han dicho mis amigos, o mis padres, o mi pareja... ", no importa cuánto te lo digan, si tú no reaccionas a esa información que los demás te darán de ti mismo, igual te hundirás. La rabia, la desesperación, la tristeza, la iluminación, el entendimiento, la decisión... todo ese cócktel de emociones necesarias serán el motor de arranque para los cambios.

Ser tu mismo es el primer paso. Dejar de lado lo que otros te impusieron. Soltar amarras y lanzarte a buscar tu mar, tu tormenta, tu forma de pensar, de sentir, de decidir... de vivir.

Qué paz se siente cuando nos sabemos imperfectos, limitados, pero con capacidades de seguir tratando, transitando, avanzando, siendo simplemente uno mismo. No imaginas lo bello que nos vemos cuando tan solo nos volvemos fieles a nosotros.

Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com