La escritora y oradora Louise Loony Hay nos enseña mucho con esta breve frase.

Cuando trabajamos en nosotros mismos, tarde o temprano llegamos al momento clave de ver que nuestros padres tuvieron mucho que ver con nuestra historia, que nos marcaron a fuego en formas, en emociones, en miedos, en la autoestima... en conflictos. Y sí, fueron la columna en donde uno se apoyó mientras crecía.

El rincón donde aprendimos las primeras lecciones sobre el amor, sobre el respeto, sobre el esfuerzo, sobre los sueños, incluso sobre las frustraciones, las desganas, los cansancios...

La historia de nuestros padres se vuelve casi historia nuestra. Es el primer "cuento infantil" que escuchamos. Lo que ellos vivieron, lo que ellos hicieron, lo que ellos dejaron, lo que ellos alcanzaron, lo que ellos no pudieron... y sus sueños se vuelven casi los nuestros.

El vínculo con nuestros padres es el primer lazo de amor con la vida. El modo en que nos tratan… cómo ellos nos respondan, las maneras, la intensidad, los tonos de voz, las miradas, la atención, serán como la vara de medición que usaremos luego en nuestras vidas con otras relaciones. Sin darnos cuenta serán nuestro punto de referencia, para lo bueno y para lo malo. Mucho de lo que nos pase luego tendrá ese sello imborrable marcando nuestros logros y caídas.

Muchas personas preguntan: "Por qué es así? ¡Es increíble! ésto lo viví con mis padres, ésto lo saqué de mis padres, ésto lo hacía mi madre, ésto lo presencié en mi padre, ¡aunque no quiera, repito sus historias! Es como una trampa en la que uno cae sin darse cuenta! pero si ellos se equivocaron por miedos, por debilidades, por los frenos que les impuso su propia historia, ¡yo no quiero vivir lo mismo! Yo quiero liberarme de esa cadena de errores. Ellos hicieron lo que pudieron, pero no supieron cambiar sus vidas, redireccionarlas... ¡yo sí! yo quiero cortar con el vínculo tóxico ¡yo sí quiero sanar!"

Y ahí es cuando comienza el momento más duro del trabajo... renacer. Comenzar una vida desde cero. Negociando con el pasado, sentándonos a analizarlo, a pensarlo, a entenderlo... a perdonarlo.

Atender nuestro parto, nuestro nacimiento, una vida nueva, sin el peso del pasado, sin tantas marcas mostrándonos un camino que no queremos seguir. Cuando decidimos tener una vida nueva nosotros somos nuestros faros, nosotros somos los que nos dirigimos, nos marcamos nuevos y desafiantes destinos, no repetimos más historias, nos despedimos de ellas, queremos una historia nueva.

Si nuestros padres no pudieron o no supieron, eso no significa que a nosotros nos pasará lo mismo. No es tarea sencilla ser nuestra propia luz en las oscuridades, pero nos merecemos intentarlo.

Se trata de por fín romper la cadena de vidas dañadas y crear, para nosotros y los que vengan después de nosotros, nuestra descendencia, un camino nuevo. Piensa cómo lo harás, porque repercutirá en otras vidas.

Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com