Cada individuo crea sus propias desgracias. Somos todos cómplices de lo que nos sucede. Si se nos otorga una oportunidad, por miedo a triunfar -es decir al cambio de vida que nos provocará la nueva situación- nos ponemos piedras en las ruedas, impidiéndonos avanzar.
No somos locos, pero vivimos encerrados en una cárcel mental, construida por la familia, la sociedad y la cultura, compuesta de ideas locas, sentimientos invasores, deseos desviados y necesidades inútiles.
Cuando queremos abrir la puerta para que libremente se desarrolle nuestra conciencia, desdeñamos la oportunidad de hacerlo.
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