Son seres muy muy dañinos, capaces de devastar por completo a sus víctimas, de arrastrarlas a un infierno de dolor y sufrimiento, de machacarlas por completo, de empujarlas incluso a cometer suicidio. De cara a la galería suelen dar buena imagen, pero con sus presas resultan absolutamente demoledores, tan nocivos que en algunos casos pueden llegar a ser letales. Rara vez utilizan la violencia física, pero son expertos en manipular el lenguaje, en darle la vuelta a las palabras, en herir con una simple frase.
Están en todos lados: en la oficina, en el puesto de trabajo, en los colegios, en el hogar... Son esos jefes que se ensañan con algunos de sus
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