Este hombre espera que el cielo le solucione los problemas que por cobardía no se atreve a enfrentar. Creyendo haber hecho lo necesario, realiza una acción pequeña y se siente satisfecho. Se parece a esos discípulos que le piden a su Maestro que les diga una bonita frase para calmarles sus angustias metafísicas, o los enfermos que le piden al doctor que les cure sus síntomas sin que los obligue a hacerle frente a la causa del mal. Aquellos seres de voluntad débil viven tragando aspirinas para sumergirse en muy cortos períodos de satisfacción. Quien desee llegar a la sana conciencia, tiene que ser capaz de encarar voluntariamente su sufrimiento base. Para sanar una herida, primero hay que abrirla y desinfectarla; si no es así, no cicatriza nunca.<
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