Esta imagen resume lo que todo adulto tiene que recordar a la hora de enfrentarse a sus conflictos internos: ¡Ya no somos niños! El problema que se mantuvo latente, enterrando raíces dentro nuestro, creciendo, castrándonos, limitándonos... que es el logro de todo miedo... puede ser visto con ojos nuevos, con los ojos de lo que somos ahora: adultos. Podemos sentarnos a analizar ese ser interno lleno de dudas, desconfianzas, inseguridades, recuerdos de hechos pasados que nos traumaron, que nos llevaron a temer, a no actuar, a escondernos, a reprimir contenidos nuestros que quizás ahora mismo, si los dejásemos volar libres nos permitirían llegar lejos.
Hay potenciales dormidos, arrinconados, porque nuestro lado infantil, relacionado con nuestros conflictos, nos tiene atados, limitados, estancados.
Muchos adultos ven sus conflictos internos con un poder que ya no tienen. Cuando el dolor antiguo (de vivencias pasadas) fue intenso, deja huellas que se perciben casi frescas, y el hombre se vuelve niño, y la mujer vuelve a vivir todo como si fuese aquella niña que presenció, experimentó y sufrió tanto cierto hecho (o hechos)... y el adulto se olvida de sus potenciales y de las posibles herramientas que ahora "de grande" puede aprender a usar.
De niños carecemos de experiencia y sabiduría, de adultos podemos acceder a ellas, y pedir ayuda para saber cómo usarlas. Hay espacios donde trabajar con nuestros frenos, donde nos enseñarán a levantar el manto que cubre al niño que tenemos dentro, y nos permitirán hablar con él, entenderlo, negociar realidades nuevas, formas nuevas de vivir, animarnos a confiar en nosotros, si antes no se nos enseñó a amarnos, a tener fe en nosotros, a creer en nuestros potenciales, ya es hora que nos animemos a sacarlos afuera, verlos y dejarlos fluir. Todos tenemos algo para dar, para enseñar, para compartir, una habilidad, un gesto, una lección, una experiencia, un recuerdo, una idea, una historia... tanto hay dentro nuestro que puede modificar, redireccionar y mejorar la vida de otros...
Pero antes quizás haya que hablar con el niño de adentro y recordarle que ya es hora de que se anime a crecer... y que tú crees en él, que tú lo protegerás, que tú lo aconsejarás, que tú sabes más de la vida, que crea en ti, que son uno mismo... y si hay formas de vivir que no saben, que las desconocen por haber estado encerrados, protegiéndose en falsos escudos del silencio, buscarán ayuda entre amigos, profesionales, personas preparadas, que sepan dar las pautas para crecer y ¡animarse a vivir!
Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena – www.suconsulta.com |