Mala costumbre cada vez más frecuente: esperamos cambios ajenos, incluso los exigimos, nos ponemos como grandes maestros a reclamar al mundo, a personas, a relaciones, a gobiernos, a instituciones: deben cambiar, deben mejorar, deben modificar formas y modos, reglas y principios, valores y costumbres... ¿y qué tal si primero nos miramos a nosotros mismos y nos preguntamos cómo andamos por casa?Si no cambiamos en esencia, por los frenos que sean, no tendríamos que ver tan simple la modificación de otros. El que otros hagan lo que uno no hace consigo mismo, son exigencias algo ilógicas.El primer acercamiento a las mejorías es animarnos a cambiar lo que sabemos que no está funcionando bien dentro nuestro.El siguiente paso sería buscar caminos para esos cambios, canales donde concretarlos, formas y posibilidades, vínculos que los faciliten... pero el generador principal de esas pequeñas y grandes modificaciones internas somos nosotros mismos. Convenzámonos de que si cambiamos nosotros, quizás nos posicionemos ante la vida y ante la gente con una postura nueva, interna y externa, renovada, y en camino a indudables mejorías.¿Esperas todo el tiempo que cambie el mundo de afuera? Colócate delante de un espejo y habla primero contigo. Después de ese interesante monólogo, sincero, abierto, de confesiones al desnudo, gira a tu entorno y habla con otros, y negociad posibles cambios en todos y para todos.Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com |