Dicen que el momento más oscuro del día son precisamente los segundos antes de que salga el sol. Y esa combinación de luces y sombras, es uno de los mejores encantos de la jornada diaria: las puestas del sol (crepúsculos) y los amaneceres.
No podemos concebir un día sin ambos opuestos compaginándose, provocándose, mezclándose... la marcha de uno dispara el nacimiento del otro.
Dicen que la luna y el sol jamás podrían tener un romance, porque jamás pueden tocarse, ni verse, ni convivir, (simbólicamente hablando, claro) pero en cierta forma el encanto de uno lo despierta la marcha del otro, y después de todo tengamos en cuenta que el brillo de la luna se lo debe al sol, que escondido atrás de la tierra le deja llegar parte de sus intensos reflejos.
La luna no tiene luz propia, la tiene gracias al sol. Indirectamente y de un modo casi invisible a los ojos humanos, ambos logran enredarse, combinarse y siendo dos, se vuelven uno... el sol está en la luna con su brillo, y la luna contiene al sol reflejando su luz, vemos a la luna en sus distintas fases gracias a la luz del sol, que aún escondido, busca llegar a ella de alguna manera.
Los humanos tenemos crepúsculos y amaneceres dentro. Tenemos luces y sombras. Y muchas veces nuestros rayos de sol cubren, contienen y calman a nuestras sombras.
Somos opuestos viviendo en un mismo cuerpo. No temamos reconocerlo. No tengamos recelo, ni nos asustemos, ni ocultemos nuestros lados oscuros, porque combinados con nuestros lados "iluminados" forman nuestra esencia. Luchan y negocian dentro, combaten duras batallas, uno le tapa la boca al otro, por momentos gana la disputa uno... luego el otro... hacen pactos... pero lo habitual es que uno se diluya en el otro, se generen uno al otro, y en definitiva, hagan lo que somos. Nuestros lados antagónicos se enfrentan, pero también se mezclan, y como toda amalgama entre oscuros y claros que la misma tierra nos enseña, surge dentro nuestro un amanecer.
Ps. Patricia Cabrera Sena -www.suconsulta.com |