
El 10 de diciembre de 1914, una gigantesca explosión sacudió West Orange en New Jersey. Más de la mitad de las edificaciones que constituían la planta del legendario inventor Thomas Edison, estaban cubiertas en llamas.
Su hijo Charles relata que mientras veían el infierno que consumía años de trabajo de su padre, éste sólo le dijo en tono bromista: “Anda y dile a tu madre que venga con todas sus amigas, no creo que volvamos a ver un incendio como este. No te preocupes, nos hemos librado de un montón de basura“.
Sobre las cenizas, el inventor diría: “Aunque tenga 67 años, mañana voy a empezar de nuevo.“ A pesar de estar exhausto por la debacle, cumplió su palabra; a día siguiente se dedicó en cuerpo y alma a reconstruir todo y sin despedir un solo empleado.
Ryan Holiday, en su libro “El obstáculo es el camino“, afirma que Edison pudo haber reaccionado como cualquier ser humano; llorando, gritando de rabia o encerrándose en su casa en una profunda depresión. En vez de eso, sonrió y le dijo a su hijo que disfrutara el espectáculo.
Las pérdidas se estimaron en $919,788 (Aproximadamente 23 millones de dólares en la actualidad). A pesar de que el seguro sólo reconocía una fracción de ese monto, la peor parte fue la destrucción de incontables planos y prototipos.
Edison logró recuperarse gracias a su estoicismo (y un jugoso préstamo de un viejo amigo llamado Henry Ford, lo que nos recuerda la importancia del networking), logrando facturar más de 10 millones de dólares el año siguiente a la catástrofe.
Es ese mismo estoicismo definido por el filósofo y escritor Nassim Taleb como la facultad de una persona de “Transformar miedo en prudencia, dolor en transformación, errores en iniciaciones y el deseo en acción“.
Cuando ocurre una tragedia que altera el curso de tu vida así como la de Edison, sólo tu aplomo te permitirá salir adelante y reconstruir; todo obstáculo y revés sólo te hará más fuerte.
Fuente: lenguajecorporal.org |