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Sanando la relación con la madre: Te acepto, mamá

La relación con la madre es la más significativa en nuestra vida, la base sobre la que se construyen todas las demás relaciones. Con la madre fuimos uno cuando estuvimos en su vientre, en nuestra vida intrauterina respirábamos y nos nutríamos a través de ella, recibíamos su energía y sus cambios emocionales. Luego seguimos probablemente unidos a ella durante la lactancia. El vínculo con la madre es fundamental para la supervivencia. Todo niño se mira en la madre, se ve en ella como si fuera un espejo. La madre representa al mundo y lo que de él proviene.

Para la mujer, representa la referencia del modelo femenino que puede reproducir o rechazar la forma de ser mujer, de vivir la femineidad y de ser madre.

Para el hombre representa el modelo de mujer por el que se va a sentir atraído o va a rechazar, es decir, que condicionará su elección de pareja y la relación con ella. Un hijo que ha tomado suficiente del amor de su madre podrá tener una compañera de vida, una pareja saludable; pero si no ha tomado lo suficiente de ella seguirá buscando el amor de mamá en otra mujer, comportándose como hijo dentro de su pareja.

Pero las madres también fueron hijas y tienen también sus propias heridas y carencias de infancia, sus condicionamientos y limitaciones, sus dificultades para amar incondicionalmente y sostener al niño.  Quizás ella misma no aprendió a sostenerse y valorarse, o a pesar de tomar consciencia de ello, las heridas y necesidades de su pequeña niña interior se proyectaban en busca de amor, consuelo y protección.

Necesitamos reconocer y aceptar todo lo recibido de mamá. Reconocer las alegrías pero también las heridas y programas. Esos que muchos siguen cargando.

Y si tú eres uno de ellos, reconoce y acepta lo que aún te duele, lo que todavía cargas. Solo así podrás empezar a aceptar a mamá con todo lo que hizo o dejó de hacer. Entender y aceptar el peso de sus miedos, su ansiedad, su perfeccionismo, su autoexigencia, su necesidad de quedar bien, el abandono de sus propias necesidades para satisfacer las de otros. Entender y aceptar su victimismo, su tristeza, su dolor no resuelto del pasado, sus propias carencias de infancia.

Entonces, podrás ser capaz de ver a la niña herida también en tu madre, mirarla con amor y aceptarla por completo, más allá de sus desaciertos y limitaciones. Reconocer el o los programas familiares que cargó, y la transmisión de creencias que limitaron su capacidad de amar libremente y comprender que te ofreció aquello que tenía, que le enseñaron.

Entonces, podrás ver que también hay mucho por agradecer y valorar; podrás tomar lo que de ella proviene como un legado, el que te corresponde, el que pudo darte.

Entonces te sentirás pleno y confiarás en que eres merecedor de todo lo bueno, de toda la abundancia que el Universo tiene para ti.

Si consideras que hay algo pendiente por sanar con mamá, algo que aún no terminas de soltar, empieza tu búsqueda, tu camino de sanación, identificando qué es lo que aún persistes por cargar, qué patrón repites fielmente, qué herida es la que tanto duele aún.

Te dejo esta carta de reconciliación y liberación.

Carta para sanar con mamá

Mamá, necesito sanar contigo para poder vivir mi propia vida en armonía. Eres el canal que elegí para vivir esta experiencia física. Te escogí porque eras perfecta para mí. Gracias por todo lo que hiciste.

Mi niña herida ha estado resentida contigo durante mucho tiempo. Te cerré mi corazón desde hace mucho. Pero eso me ha mantenido atada al dolor, a un dolor que ya no quiero en mi corazón. No soy tu víctima, porque sé que hiciste lo mejor que podías con lo que tenías y sabías. Ahora soy libre para crecer, evolucionar y reconciliarme contigo.

Reconozco a la niña herida que hay en mí y aprendo a darle todo el amor y aceptación que no recibió de la forma que ella esperaba.

Me alejé de ti creyendo que con eso iba a evitar el dolor. Pero el dolor de no sentirme amada tal y como soy, de no sentirme suficiente, me ha hecho ir por el mundo buscando un amor y aprobación que nadie podrá nunca darme, y ello me ha hecho sufrir mucho. He vivido demandando amor constantemente a través de “ser buena”, dejarme para el final, dar de más, buscar aprobación, permitir abusos, querer permanecer, lograr reconocimiento profesional, sufrir por lo que los demás digan o piensen de mi.

Hoy estoy decidida a consolar y sanar a mi niña herida. Necesito reconectarme contigo porque a través de ti es que me reconecto con la vida y con toda mi fuerza interior.

Pido a mi Divinidad poder ver a la mujer que eres sin juicios, poder ver todas tus decisiones sin juicios, y poder aceptarte tal y como eres sin percibir dolor alguno.

En la medida que te acepto, me reconcilio conmigo misma, porque tú eres la semilla de donde parto y la que me permite desplegar todo mi potencial.

Mamá, tú y yo somos uno. Mamá, tú y yo somos uno.  Mamá, tú y yo somos uno.

Yo no soy más grande que tú, no debo sentenciarte. Tú eres el mar y yo el río que nace de ti. La vida y la madre son más grande que uno, y ante ello solo queda aceptar y rendirse con la mejor disposición. Y así lo hago ahora.

Esto es un trabajo interno en el cual cada día te acepto en mi corazón con todos tus defectos y virtudes. Sin expectativas. Sin esperar que tú cambies, ni que lo veas, ni me lo reconozcas. Lo hago por mí y por toda mi descendencia.

Te honro y te respeto tal y como eres. Gracias por darme la vida. Honro tu vida tal y como ha sido. Honro mi vida tal y como es.

No me quedo atascada en resolver tus problemas, te dejo con tus propias cargas porque sé que tú puedes  con todas las circunstancias que has elegido en tu vida.

Me libero de todas las cargas tuyas que no me corresponden y quedo liberada para enfocarme en mi vida, en mis proyectos, en mis anhelos. Veo más allá y mi niña interior empieza a calmarse. Ya no estoy sedienta de amor, cariño, reconocimiento, aprobación y atención. Desarrollo mi amor propio y mi corazón se llena de alegría.

Sano cuando dejo de querer cambiarte. Mi energía ya no está en eso, estoy enfocada en vivir mi vida. La vida que me pertenece. Puedo alejarte de mi vida, pero no de mi corazón. La madre y la vida van unidas, no existen la una sin la otra. Tomar a la madre es tomar a la vida sin juicios y sin tapujos. Es un SÍ a la vida, es un SÍ al cuidado, a la nutrición, a la ternura, a la amabilidad. Es un SÍ hacia un amor más grande por mí misma.

Prometo que voy a ser una persona feliz, que voy a amarme más que a nada en este mundo y voy a disfrutar mi vida al máximo. Que siempre voy a rodearme de personas que me amen, me respeten, me valoren y me den mi lugar. Que creeré en mí y seré consciente de lo hermosa, talentosa y maravillosa que soy. Que voy a hacer mis sueños realidad desde mi más grande gozo, libertad, pasión y aprecio. Que viviré en abundancia, conectada con mi guía interior, tomando las mejores decisiones para mí.

Tomo la vida. Te honro y te bendigo, mamá. Estoy lista para cambiar la historia de todo nuestro linaje y descendencia.

Mamá, me siento feliz de ser quién soy, me amo con todo mi corazón y disfruto inmensamente de estar viva.

Recuerda: Agradezcamos con amor todo lo que hizo mamá, sus aciertos y desaciertos. Su entrega y sus miedos. Su presencia y ausencia. Seamos capaces de ver a la niña herida también en ella y aceptarla por completo con amor.

 

Categoría: Metafísica y Biodescodificación | Vistas: 124 | Agregado por: CRoWLeY | Valoración: 0.0/0
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