En una reunión de apoyo emocional grupal, una mujer atendía en silencio a todas las otras personas que hablaban, se desahogaban, lloraban, y manifestaban con gran angustia su dolor personal por ciertas vivencias que les estaba tocando vivir. La persona miraba a todas con tranquilidad, y hasta cierta sonrisa dulce, haciéndoles preguntas a los otros miembros del grupo, dándoles ideas para mejorar sus vidas, afirmándoles que los comprendía profundamente en su dolor.

Al finalizar el encuentro, me acerqué a preguntarle por qué ella no había contado nada de su situación personal, si yo sabía que era muy dura. Y su respuesta fue:

"Yo estoy mucho peor que todos ellos juntos, pero he conocido tempestades peores, y he salido adelante... mi barco no ha naufragado, creo más en mi. Esto que vivo ahora es sólo una llovizna en comparación a los huracanes que he sobrevivido. Cuando yo miraba a esas personas llorando su dolor actual, me preguntaba si habrían soportado el que yo he enfrentado en mis más duras tormentas... por eso me sonreía... estoy peor que ellas, estoy sola, estoy enferma, estoy pisando bordes, pero estoy más entera... conocí tempestades, me río ante las fuertes lluvias..."

Y así es la vida... maestra como siempre.

Quienes han tanteado bordes de altos precipicios con fuertes vientos empujándolos al vacío, saben del real miedo. Y si pudieron con un esfuerzo descomunal aferrarse a la tierra y con inteligencia, con estrategia y con perseverancia, volver a un sitio seguro... saben lo que es su capacidad de sobrevivencia y comienzan lentamente a creer en ellas.

Y cuando otra persona se les acerca y le hablan totalmente descompensadas, en crisis, de sus grandes dramas personales, de sus "tempestades personales", sólo las miran con dulce paciencia, intentando dar pautas de acción efectivas, mientras les aprietan una mano y les recuerdan que a pesar de la desgarrante soledad en la que están hundidas, hay calor humano cerca rescatándolas... sólo tienen que animarse a volver a confiar.

Todos hemos vivido fuertes tempestades y pisado con miedo altos y peligrosos bordes, todos hemos llegado a tiempos límites, de tolerancia cero, donde lo emocional se nos pierde en un cuarto oscuro y no encontramos la salida.

El primer paso para salir de la trampa es poco a poco volver a creer en nosotros. Tu potencial no ha desaparecido, sólo está cubierto de dramas, asfixiado de impotencias, de malos recuerdos, de miedos y de dolor. Rescatar tu capacidad de sobrevivencia es tarea ardua y constante, pero una vez vuelvas a verte a ti mismo en tu poder y esencia, verás que el mejor camino no era entregarte al dolor tirándote en el barro de tu tempestad, sino buscar las mejores formas de rescatarte y regresar a la vida. Y cuando llueva sonreirás recordando tus anteriores huracanes ya superados.

Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena – www.suconsulta.com