Si piensas que es imposible, no tengas ninguna duda: te será imposible. Porque, aunque la posibilidad exista, tú le pusiste esa etiqueta de “imposible”.
Quizás el mejor ejemplo es el de las etiquetas:
Imagina que tienes un montón de cajas totalmente cerradas, todas iguales, a las cuales en un determinado momento tienes que ponerle un nombre con su contenido, de manera que resuma rápidamente lo que contiene, sus usos y sus posibilidades.
Con el tiempo, cada vez que quieras elegir el contenido de cualquiera de esas cajas, leerás la etiqueta que pusiste. Y repetirás en tu mente lo que has guardado en relación al nombre que diste a esa etiqueta.
En muchas de esas etiquetas encontrarás descripciones asociadas con “es imposible”.
Pero esa etiqueta fue puesta hace tiempo, en determinadas circunstancias. Y quizás hoy, si te detienes a leer la etiqueta y abres la caja, puedes cambiar el contenido.
En este presente tienes otros pensamientos, otros objetivos, otros conocimientos, otras experiencias.
Si te animas, puedes cambiar la etiqueta de esa caja, por “si me lo propongo, es posible”.
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