Quizás no sean las mejores curvas, ni las carnes más firmes, ni la piel más fresca, ni la sonrisa más perfecta, ni la energía envidiable de otros tiempos... pero sin duda lo mejor que contiene un vestido es la vida llena de aprendizajes, de enseñanzas, de lecciones vividas, de lagrimones saboreados en los labios mientras el corazón se aprieta y la mente entiende, valorar las mejores caricias que surgen del cuerpo cansado pero lleno de pasiones y sabidurías, un cuerpo que por fin sabe lo que vale y lo que es.Las apariencias pueden mostrar maravillas estéticas, que siempre gusta verlas y disfrutarlas, pero el interior cuando es de una belleza que atravesó la vida y que aún sabe gozar de la misma, habiendo conocido las sombras más inesperadas, enfrentando los impactos más sorpresivos que le dejaron la mente en blanco y el amor al nivel de los zapatos... ese cuerpo que pasando por los puentes más peligrosos e insólitos, igual aún sigue con ganas de continuar poniéndose más vestidos, pintándose con más sonrisas, desafiando a la oscuridad iluminándola con ganas, con ideas, con sueños. ESA ES LA REAL BELLEZA QUE A CIERTA ALTURA DE LA VIDA NOS COMPLETA Y NOS LLENA. Y sin duda fue siempre lo que más importaba... sólo faltaba aprenderlo y asimilarlo: un interior estable, rico, lleno, inquieto, sano, desafiante, travieso, intenso, positivo y con un corazón latiendo a pesar de las decepciones y los miedos... en verdad... ¡qué belleza más admirable (ahora que conocemos la vida) lograr todo ésto!Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com |