Tienes miedo a que te hagan daño... y te dañas a ti mismo con tanto miedo.
El miedo. Su protagonismo en las enfermedades emocionales. Su determinismo. Su poder dañino. Y tu permiso de que siga creciendo... si no lo atiendes.
Las maniobras que tiene el miedo para no dejarte avanzar te hacen creer que si te apartas de lo que te da miedo, de lo que te daña, todo irá mejor, pero luego ese mismo aislamiento te daña más.
Todo lo relacionado al miedo es nocivo. Necesitas aprender una relación nueva con él. No tienes que esquivarlo, sino enfrentarlo. No tienes que callarlo, sino hablarlo.
Si lo dejas crecer en silencio, te dominará poco a poco y se volverá una parte intrínseca de tus días, no se irá jamás. Te acostumbrarás a vivir con él, a sufrirlo siempre.
Podemos hablar con nuestros miedos, podemos llegar a entenderlos, a perdonarlos y a, por fin, superarlos.
El espacio terapéutico es el mejor lugar para esa tarea.
Poner afuera nuestra batalla interior en un primer momento no nos alivia, más bien nos altera, porque estamos saliendo de nuestra zona de confort. La batalla interna sigue debatiéndose afuera. Necesitamos enfrentar al enemigo (el miedo) para poderla ganar.
Las batallas pueden volverse más agotadoras y desgarradoras, pero es necesario transitarlas para poder salir victoriosos de tremendo combate.
Detrás de la mayoría de los miedos hay un niño llorando adentro.
Para tu sorpresa, terminarás con más sentimientos de ternura que de enojo. Entenderás muchas cosas, las piezas del puzzle encajarán.
No te dañes más. Habla con tu miedo. Y muchas cosas en tu interior se acomodarán.
Ps. Patricia Cabrera Sena |