Hay ocasiones que no todos han experimentado, y es cuando la persona por fin, luego de intentar no verlo, esquivarlo, por fin asimila y acepta con total resignación que está sola ante su dolor.

Que pueden haber otros que lo acaricien ocasionalmente, otros que lo llamen, o que le golpeen su puerta, o que le escriban, o que le digan palabras de apoyo... pero que la persona, por más que intenta acercarse a ellos, estirarle sus brazos, recibirlos, escucharlos... los siente lejos.

Se percibe en una soledad que al principio duele, porque se resiste a aceptarla. Pero cuando llega el momento de asumirla, de reconocérselo a sí misma, de decírselo en voz alta: "¡ey! qué estás solo, que no hay nadie, que tienes que solucionar todo tú, que tienes que tomar decisiones, que el amor de otros ya no te alcanza, no es suficiente, que en verdad ante este asunto estás solo, que tienes que reconstruirte o hundirte, que no hay otras opciones", es cuando por fin la persona sabe que no se mentirá a sí misma, sabe que ahora no sirven los auto engaños, y sabe que tampoco sirve esperar.

En ese preciso momento comienzan las suaves caricias, sutiles al comienzo, y firmes y constantes al final. La persona se va acomodando en ser ella misma la que se alivie, la que se aclare, la que se calme, la que se anime, la que se hable. Se lame las heridas.

Y en ese atenderse a sí misma, es cuando un día cualquiera comienza a sentir que, por fin, renace de las cenizas. Es un tímido movimiento, muy sutil, muy invisible a sus propios ojos incluso. Es un estado de ánimo suave que se mueve en su interior y que le dice: estás volviendo a la vida.

Y se comienzan a ver aquellos detalles que antes ni se percibían. Y se comienzan a gozar aquellas cosas sencillas que antes parecía que no existían.

La vida late. Se renace, se vuelve a comenzar, se vuelve a la vida... y fue todo tarea de la persona misma que, sin darse cuenta, se dio tiempo, amor, paciencia, caricias, palabras, reflexiones, rezongos, sacudidas... Y un día abrió los ojos y se vio de nuevo viviendo la vida.

Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com