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Las heridas de tu árbol se expresan a través de tu cuerpo

 

Anne Ancelin Schutzenberger: Repetir los mismos hechos, las fechas, o las edades que han escrito la novela familiar de nuestro linaje es una forma de ser fieles a nuestros padres y demás ancestros y por lo tanto a sus actos, gestos y tragedias. Es una manera de seguir la tradición familiar y de vivir conforme a ella. Es esta lealtad la que empuja a un estudiante a fallar el examen que su padre nunca logró pasar, en el deseo inconsciente de no sobrepasarlo socialmente. O a heredar su oficio o profesión de luthier, notario, panadero o médico. O en las mujeres a casarse a los 18 para tener tres hijos y si es posible tres niñas… o solo niños. A veces esta lealtad invisible sobrepasa los límites de lo verosímil, y de igual forma ocurre: ¿Conoce usted la historia de la muerte del actor Brandon Lee? Murió durante el transcurso de un rodaje porque de forma incomprensible alguien había olvidado una bala verdadera en un revólver que debía estar cargado con balas de fogueo. Justo 20 años atrás, su padre, el célebre Bruce Lee, murió en pleno rodaje, a causa de una hemorragia cerebral durante una escena en la cual él representaba a un personaje muerto accidentalmente por un revólver que debía estar cargado con balas de fogueo…

Estamos literalmente impulsados por una potente e inconsciente fidelidad a nuestra historia familiar ¡y nos cuesta un trabajo enorme inventarnos algo nuevo para nuestra propia vida! En algunas familias uno ve el síndrome de aniversario repetirse -bajo la forma de enfermedades, muertes, abortos o accidentes- en tres, cuatro, cinco ¡y hasta ocho generaciones!

Pero parece haber además otra razón oscura por la cual nosotros repetimos las enfermedades y los accidentes de nuestros ancestros. Tome cualquier árbol genealógico y verá que está lleno de muertes violentas, adulterios, anécdotas secretas, hijos naturales y alcohólicos. Son cosas que se esconden, heridas secretas que no se quieren mostrar. Entonces, ¿qué es lo que pasa cuando, por vergüenza, por conveniencia o para “proteger” a nuestros hijos o la integridad de la familia, no hablamos del incesto, de la muerte sospechosa, de la ruina del abuelo? El silencio crea una zona de sombra en la memoria de un hijo de la familia, quien, para llenar este vacío y eliminar las lagunas de sentido repetirá en su cuerpo o en su existencia el drama que intentan esconderle. Freud ya decía (y lo cito de memoria) que “lo que no se expresa con palabras se expresa con los dedos”. Yo pienso, como lo escribí en mi libro, que: “Lo que se calla en las palabras se imprime, se repite y se expresa por los males.”

Los estudios sobre la comunicación no verbal y el “lenguaje del cuerpo” demuestran que uno se expresa a través del lenguaje pero también lo hace a través de todo su cuerpo. Sus gestos, su tono de voz, su respiración, su actitud, su forma de vestir, sus silencios, el hecho de evitar a algunas personas… la vergüenza como el secreto no tienen necesidad alguna de ser evocados para pasar la barrera de las generaciones y afectar un enlace familiar –ya sea un enlace fuerte o endeble, o vivido como algo “delegado” por la familia, o programado por ella, actuante por lealtad familiar o sobre-identificación.

Le voy a dar el ejemplo de una niña de cuatro años, quien en sus pesadillas se ve perseguida por un monstruo. Ella se despierta en la noche, tosiendo, dando alaridos y asfixiándose, y todos los años, en la misma fecha, su tos se convierte en crisis severa de asma. Pregunto su fecha de nacimiento. “Durante la noche del 25 al 26 de abril” me dice su madre. Como conozco las fechas de la historia francesa y sé por muchas de las investigaciones de mis pacientes que muchos traumas familiares encuentran su origen en las persecuciones, algunas veces muy antiguas, o están ligadas a las muertes trágicas en los campos de batalla pude hacer la siguiente relación: del 22 al 25 de abril de 1915, las tropas alemanas lanzaron por primera vez gases de combate sobre las líneas francesas. En Ypres, miles de personas murieron asfixiadas. Le pido a la madre que busque la palabra Ypres y Verdun en su genosociograma. Encuentra que el hermano mellizo del abuelo fue uno de los soldados asfixiados… ¡en la noche del 25 al 26 de abril de 1915! Le pido entonces a la niña que dibuje el monstruo que ve en sus pesadillas. Ella dibuja con crayolas lo que ella llama: “una careta de buzo con trompa de elefante” era una máscara anti-gas de la época de la guerra (1914-1918) reconocible por todos nosotros.

Ella jamás había visto una de estas máscaras y jamás se le había hablado a la niña sobre la tragedia vivida por su tío abuelo ni sobre las consecuencias del gas utilizado en combate. Estos hechos fueron verificados en los archivos del ministerio de guerra: el tío abuelo fue condecorado por conducta valerosa… y bien, a pesar de todo ese silencio, la niña tosía y escupía, perdía el aliento y se angustiaba como un soldado en su trinchera, con un paroxismo a una hora fija (cerca de la media noche). Esto ocurrió hasta que la niña hizo su dibujo. ¿Cómo este hecho pudo pasar a través de las generaciones? ¿Cómo se pudo transmitir? Podría ser a través del co-inconsciente familiar y grupal, podría ser por las ondas “morfogénicas” de las cuales habla Rupert Sheldrake. Puede ser por evitaciones en el discurso familiar “No se habla nunca más de lo que tanto nos hizo sufrir”.

El recuerdo de la muerte trágica y del muerto mal enterrado creó en el abuelo de la niña (hermano de la víctima) y en la mamá de la niña una zona de sombra en la cual se escondió el dolor como en una “cripta”.

Hipótesis: a largo de su vida hubo lagunas en el discurso de este hombre y de su hija. Cada vez que hubiera ocasión de evocar la muerte de su pariente (a través de un retrato de familia o una imagen de guerra en la televisión), se habría manifestado una perturbación expresada en la mirada, la voz o las actitudes, que en las conversaciones sobre el hecho que hubieran podido intercambiarse. La madre de la niña evitaba las películas de guerra, le tenía miedo al gas de la estufa…

Creo que durante su crecimiento en el útero, el niño sueña como sueña su madre y que todas las imágenes del inconsciente materno y del co-inconsciente familiar pueden dejar impresiones en la memoria del niño que va a nacer. Esta hipótesis desafortunadamente no ha sido verificada a través de una exploración científica seria. ¡De gran importancia para la salud de todos nosotros!

Hay que agregar, sin embargo, que desde 1998 algunos comenzaron a hablar de memoria celular y que hay varias investigaciones científicas médicas y biológicas que están siendo llevadas en el INSERM sobre el núcleo celular con relación a una eventual memoria afectiva… pero antes de concluir esperemos los resultados que deberían salir entre 2005 y 2010.

Para evitar la repetición, hay que tomar consciencia. Si el origen del dolor, de la enfermedad, del mal, está cerca de la consciencia, visualizar la historia de la familia de un solo vistazo, en siete generaciones, es decir, reubicarla en su árbol genealógico, en su contexto psico-político-económico-histórico sobre un centenar de años y reconocer de golpe la repetición, puede ser suficiente para crear una emoción tan fuerte capaz de liberar al enfermo de sus lealtades familiares inconscientes. Personalmente, únicamente haciendo trabajar a alguien sobre su familia, sobre su árbol genealógico y sus secretos, con frecuencia logro poner al día en dos o cuatro horas lo que uno se podía demorar años en “sacar a la luz” en el diván. La realidad de los hechos y su repetición saltan a la vista. Se puede ver claro casi de inmediato.

Imagen: Graciela Rodo Boulanger

Categoría: Metagenealogía y Psicomagia | Vistas: 815 | Agregado por: CRoWLeY | Valoración: 0.0/0
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