Podemos honrar nuestras raíces de distintas maneras. Las raíces son nuestro comienzo, y los humanos tenemos muchos comienzos, muchos orígenes... podemos hablar de las raíces a nivel histórico, podemos hablar a nivel familiar, a nivel del país que nos vio nacer, a nivel personal... ¡tenemos tantos orígenes o raíces a los que honrar! y muchos dirán ¿por qué honrar las raíces? ¿qué tienen de especial como para llegar al punto de honrarlas? ¿qué son o qué significan en nuestras vidas las raíces?
Para que una flor de jazmín tenga el aroma y la casi perfección que tiene tuvo que haber pasado por un recorrido lleno de tierra, fuertes vientos, amenazas de otras especies, indiferencia de muchos, falta de agua, de nutrición... pero ella clavó raíces, tomó de donde pudo para hacerse fuerte, sin dañar a nada avanzó atravesando distintas consistencias y temperaturas, casi sin respirar llegó a la superficie, se volvió planta, necesitó de todo un entorno que la alimentara, pidió agua, sol y cuidados ocasionales del clima y de algún humano para llegar a ser la delicia de flor que es... No importa el destino final que tuvo... lo que importa es entender que existimos gracias a nuestras raíces y a nuestros recorridos.
Lo que vivimos en tiempos tempranos nos hizo las personas que somos hoy.
Tener raíces es tener base, punto de apoyo, lugar de referencia, grupo de origen... cada uno con sus rasgos, historias, particularidades, que quedan grabadas en nuestra piel, sin posibilidad de ser borradas. Viajemos a donde viajemos, llevaremos nuestras raíces. Al jazmín lo arrancan y muere, lo separan de sus raíces y deja de existir,en poco tiempo se marchita, y su incomparable aroma desaparecerá... al humano se lo intenta arrancar de sus raíces... y nada ni nadie lo logra. El humano lleva sus raíces a donde vaya, y las muestra con orgullo, y las cuenta, y las expone: éste es mi origen, de ahí vengo, de éste lugar, de ésta gente, de ésta familia, de éste comienzo. Soy quien soy gracias a lo que viví en mis inicios. Cada forma mía de ser, pensar, actuar, está influenciada por lo que vi y viví en mis tiempos más tempranos. Me regaron, ésta es la planta en la que me convertí. Pueden haber muchos vientos en contra, ¡pero nada ni nadie me separará de mis raíces!
Y si alguien comenta en base a ésta reflexión: "mis raíces fueron las peores, quiero cortarlas, olvidarlas, borrarlas, no quiero cargar con esas raíces, me destruyeron, me volvieron una mala persona, me dañaron, ¡soy un desastre humano por culpa de mis raíces! ¡jamás las honraré! ¡me avergüenzo de ellas!" A esa persona le diré: lamentablemente no todos tenemos las mejores raíces de las que enorgullecernos, pero ese fue nuestro comienzo, y en base a eso nos volvimos quienes somos. Si honramos nuestros primeros modos de vivir, las peores lecciones, las más duras jamás imaginadas, si las vemos como aquel error que luego se convirtió en maestro, que nos enseñó lo que no queremos volver a vivir, si decimos: "por vivir aquello, con el tiempo me he obligado a mi mismo a vivir esto, gracias a mi pasado tengo este presente. Quiero una vida distinta, mejor, ¡me la merezco!"...seguimos de algún modo reconociendo que las raíces nos condicionaron a ser quienes somos hoy. Conocimos los peligros, los riesgos de vida, la tristeza profunda, el miedo, la impotencia, el daño, la decepción... a veces las peores tierras son las que hacen las mejores semillas y cosechas, las más fuertes. Habrá que honrar esos comienzos también.
El día que aprendamos a honrar nuestros cimientos, aprenderemos a amarnos a nosotros mismos, y el siguiente paso es una vida más pacífica, más estable, más clara, más fructífera, más orientada, más plena... más SANA.
Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com |