Quien ha utilizado alguna vez un GPS sabe lo útil que resulta para llegar fácilmente a nuestro destino.
Si pudiéramos utilizar un instrumento similar que nos dijera por dónde ir en nuestra vida, evitaríamos los errores de tomar caminos equivocados.
Este instrumento no existe, pero tenemos algo bastante similar.
Todos tenemos un GPS incorporado. Este GPS está compuesto por nuestros pensamientos. Y sus indicaciones no las vemos en una pantalla, sino a través de nuestros sentimientos.
Lo primero es saber exactamente a dónde queremos llegar, es decir, tenemos que poner claramente nuestro lugar de destino.
Luego, tenemos que saber dónde estamos ahora, ser conscientes de nuestro presente, asumirlo y aceptarlo como el lugar de inicio.
Entonces podemos comenzar a andar hacia nuestro destino.
Tenemos que estar siempre atentos a nuestros sentimientos, ya que son los que nos marcan el camino enviándonos señales de felicidad o tristeza. Esta es la manera en la que nuestro GPS nos muestra cuál es el mejor camino.
Ya no tenemos que preocuparnos de por dónde ir, de eso se encarga el GPS. Sólo tenemos que seguir las señales.
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