Había un hombre muy devoto que rezaba todos los días. Un día, en sus rezos, pidió ser fuerte, para así superar todo lo que la vida le enviaba.
Entonces, escuchó una voz que le dijo: Hijo mío, lo que tienes que hacer es empujar esa enorme roca cada día. ¡Empújala!
Y así lo hizo el hombre. Al día siguiente se levantó y empezó a empujar la roca con todas sus fuerzas. Pero la roca no se movía ni un centímetro. Y así estuvo haciendo lo mismo por días, por meses, por años… Pero por más que se empeñaba, la roca continuaba sin moverse.
Hasta que un día, frustrado, gritó: ¿Para qué me mandas mover la roca? ¡Lo he hecho durante años y no ha pasado nada!
Entonces, la voz le respondió:
¿Y quién te dijo que tenías que mover la roca? ¡Yo solo te dije que la empujaras!
¿Y cómo que no ha pasado nada? ¡Mira en lo que te has convertido! Ahora eres una persona determinada y enfocada. ¡Mira tu cuerpo! Mira tus brazos, mira tus piernas… ¡Mira lo desarrollados que están tus músculos! Definitivamente, no eres la misma persona que empezó a empujar esa roca.
***
Ante las dificultades de la vida, a menudo nos cansamos de empujar sin darnos cuenta de la enorme transformación que se produce en nosotros durante el proceso. ¡Es el empuje lo que realmente nos transforma!
Sin necesidad de verte, estoy segura de que tienes toda esa fortaleza y aprendizaje que te ha dado la vida. ¡Obsérvate!
Ahora, ¡muéstrate a ti mismo/a de lo que eres capaz!
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