Así como las máquinas de hoy van acumulando todo un historial de registros de cada movimiento, situación, imagen, charla, programas usados, etc. que vamos generando con nuestras actividades en ellas, el ser humano se anticipó a las máquinas y lo hizo antes, guardó registros siempre, sólo que de una manera altamente protegida, a veces a niveles casi inaccesibles, donde las partes defensivas de nuestra principal máquina (nuestra mente) los guardó en rincones que la misma persona ya no puede recordar de un modo natural, tiene que trabajar mucho consigo misma para acceder a todo ese material inconsciente, reprimido, escondido... Por algo esos eventos del pasado quedan tan inaccesibles. Por algo la mente se encargó de guardarlos en esos cajones bajo llave.

Pero siempre hay un hilo que cuelga del cajón señalando que allí hay algo en "mal estado" que tiene que sacarse, despejarse, trabajarse, limpiarse.

En realidad, esos bancos de datos que cada persona trae dejan en evidencia algo: no siempre los problemas con los demás son realmente con esas personas, en el fondo, detrás de muchos problemas actuales con personas reales del presente, son deudas del pasado que no se saldaron, son situaciones conflictivas con otros personajes de un pasado a veces muy remoto, que condicionó a la persona a ser como es ahora con todos. Y los choques actuales con el mundo son choques callados, acumulados y no expresados del pasado.

A menudo nos damos cuenta: Tú no estás enojado con tu pareja, tú estás enojado realmente con tu madre, o tu padre, o aquella persona que te lastimó de pequeño; tú aún tienes guardado mucho odio, mucho enojo, mucha desilusión, mucho miedo... y no sabes cómo quitártelo... y oportunidad que la vida te da de intimar con alguien... ahí se vuelca todo lo reprimido del pasado.

Ese es el banco de datos. Y cada uno trae el suyo condicionado por sus propias vivencias. Bancos de datos que contienen cosas maravillosas y cosas traumáticas, pero que nos hacen ser como somos ahora mismo. No siempre podemos dar al otro lo que quiere y desea de nosotros, por más que lo pida, no podemos si estamos limitados por lo que hemos vivido. Somos quienes somos en base a lo que hemos aprendido y vivido. No podemos inventar otro ser, otra forma de ser, de pensar, de actuar.

Podemos sanar las partes dañadas, esos bancos de datos, al igual que las máquinas de hoy que tienen maravillosos antivirus que las limpian, pueden sanarse, reorganizarse, sacar lo que molesta y priorizar lo sano, rescatarlo, salvarlo y hacerlo protagonista de nuestra vida. Pero eso es tarea de uno. Compromiso y responsabilidad de uno... con uno mismo. Es decisión de uno.

Pero siempre recuerda cuando te enojes tanto con otro porque no te da lo que tanto exiges, quizás su banco de datos le impide ser de otra manera, le impide realmente entenderte, le impide darte lo que le pides. No es ni capricho, ni ganas de molestarte, es que ese es su modo de ser en base a lo que vivió y aprendió.

Recuerda siempre que todas las personas te hablan desde su propio banco de datos, desde su propia historia personal. Muchas veces tú sientes que es algo personal contigo, pero en realidad se trata de una limitación del otro por ir más allá de lo aprendido en su vida. Todos tenemos un margen de entendimiento condicionado por lo vivido en el pasado. Y el trato con los demás estará siempre influenciado por lo que nos pasó, lo que nos dañó, lo que no entendimos, de lo que nos defendimos.  No siempre se trata de un ataque personal contigo. Muchas veces tenemos que aprender a separar el enojo real que se genera con y desde el otro, con entender que sólo se trata de su limitado banco de datos que no le permite tratarnos mejor. Es una incapacidad del otro que ojalá alguna vez pueda trabajar consigo mismo para superar. No es nada específicamente contigo. Es una deuda que tiene que saldar consigo mismo… que la descarga en ti. Si vemos eso, muchos dolores podrían ahorrarse, y de muchas situaciones conflictivas podrías protegerte y separarte.

Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena