Muchas personas se prenden desesperadamente de vínculos dañinos, donde sólo una de las partes da algo mientras la otra sólo juega a molestar, a lastimar, o a ser indiferente. Una de las partes asegura amar, la otra se acomoda en vivir su vida sin preocuparse por la que le ama.
Un amor no correspondido, pero no sólo en parejas, sino también en amigos y en familiares, como hijos, padres, etc.
La persona empieza haciéndose mil preguntas sobre por qué el otro la daña tanto. Y todo se reduce a lo que no tendríamos que aferrarnos a vínculos que nos lastiman. Tendríamos que aprender a dejarlos ir. Tendríamos que hacer el duelo pendiente. Entender que toda relación que nos quita más que nos brinda algo, nos está profundamente dañando. Tenemos que aprender a defendernos. Y en especial tenemos que aprender a querernos lo suficiente como para saber que ese vínculo no es sano ni conveniente para nosotros en ningún aspecto.
Cuando la persona por fin lo ve, lo entiende, lo asume, y se mira a sí mismo y se impacta viendo las consecuencias terribles que esa relación destructiva le está trayendo a su vida, ella misma con indignación lo grita: ¡No merezco una relación así! ¡No merezco que me traten así! ¡No merezco que me humillen tanto! ¡No merezco que me lastimen tanto!
Para llegar al fin de ese recorrido y que la persona lo entienda hay que hacer un camino arduo donde las piezas van encajando lentamente, donde la persona se choca de frente con las raíces de sus conflictos y ve cómo hechos del pasado la marcaron tanto que se reviven en forma repetitiva en el presente, se sorprende descubriendo que los vínculos insanos del pasado condicionan constantemente su modo actual de vivir, y aquella forma de trato que alguna vez tuvo con otros en forma temprana se volvió un acto reiterativo e inconsciente en el presente.
Los modelos del pasado toman forma y cuerpo en sus relaciones presentes. Y se revive lo traumático que fue. Y se sufre tanto o más que antes. Porque al ser un vínculo dañino, es obvio y esperable que lastime, que humille, que desgarre, que duela, que indigne... pero sólo entendiendo las raíces del problema es como llegamos a cambiarlos en la actualidad.
Como con las plantas, arrancando de raíz el conflicto es como podemos comenzar una nueva planta, una nueva vida.
Tenlo en cuenta. Aplícalo en ti. Si ves que estás atrapado en relaciones dañinas que se repiten, ve al origen, analízalo, estúdialo e intenta romper con modelos antiguos para generar nuevos que redireccionen tu vida hacia lo que en verdad te mereces: una relación sana, fresca, y normal con todos.
Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com |