Hace poco tiempo una mujer recientemente divorciada explicaba lo que sintió en una ocasión común (que todos compartimos) de la vida, pero que en SU vida ahora dolía demasiado. Ella explicaba su dolor. Necesitaba ser entendida en la profundidad y el desgarro que sentía. Charlamos de los desprendimientos emocionales, que muchas veces se dan forzados en nuestra vida, pero que no van en relación directa, ni a la par, con las emociones que se necesitan procesar.
El psiquismo a veces se resiste, necesita entender, asimilar esas situaciones nuevas. Pero una parte de nosotros no acepta y sigue prendida al pasado, le cuesta hacer ese paso de cerrar una puerta definitivamente y abrirse a la nueva situación vivencial.
Ella describía su compra grande que hizo toda la vida una vez al mes en el supermercado.
Que siempre la hizo en familia. Con su pareja y con sus hijos que ahora ya son adultos grandes y lejanos. Uno en viaje por el mundo, la otra comenzando una vida independiente en una universidad del otro lado del océano. Y ella decía:
"Por veinte años yo era la que introducía en ese carro del supermercado la comida familiar de cada mes. Luego de tanto tiempo ya queda como un acto reflejo de una madre de familia, vas metiendo en el carro en forma automática lo que todos van a comer.
Pero ahora vivo sola y, aún así, el otro día fui al súper y al rato de estar eligiendo las compras ¡me di cuenta que sin pensar tenía mi carro lleno de cosas que no eran para mí! Eran el cereal que le gusta sólo a mi hija, el dulce preferido de mi hijo, la pasta predilecta de quien fue mi esposo... ¡El carro estaba lleno en su mayoría de cosas que no eran para mí!
Entonces, me obligué a dar un giro hacia atrás y retrocedí por los pasillos dejando uno a uno cada alimento que por años era la predilección de mis seres queridos. Fui dejando las cajas, las bolsas, los frascos en sus estantes... y cada recipiente que dejaba era como si algo se desgarrara dentro... era como un decirme en silencio a mi misma:
"Ya no más esto en tu vida, ni esto, ni esto... Tienes que entender y aceptar que ya no comprarás más éstas cosas. Fue un descubrir en la forma más cruel que muchas cosas ya no serían iguales jamás, que me había quedado sola en el supermercado y en la vida misma, que ahora mi carro tenía que llenar sólo lo mío.
Cuando terminé mi tarea me di cuenta que el carro había quedado casi vacío. Me di cuenta todo lo que llenaban los demás mi vida, todo lo que aparté de mí para llenar de ellos, todo lo que di… y lo poco que recibí... ¡Me di cuenta a través de ese simple carro del supermercado muchas cosas!
Ese carro era un fiel reflejo de mí en ese momento. Vi algo triste, vacío, patético..."
Y lloraba con una gran angustia, obviamente.
Quedó en hacer un ejercicio de reivindicación, de recuperación personal, de auto rescate. Ahora lo que ya no gastaría en otros, lo gastaría en ella. Todo lo que dio a otros era tiempo de centrarlo en ella.
La siguiente vez que fuese al supermercado compraría cosas que jamás compró pero que siempre le gustaron, sólo que el dinero no alcanzaba a los gustos y caprichos de todos... y los primeros gustos que ella sacrificaba siempre fueron los suyos. A cualquier madre es más sencillo y hasta la lleva a un nivel de felicidad sincera comprar las preferencias y satisfacciones de un hijo, que los propios.
Su siguiente carro en el supermercado se llenó de cosas que jamás compró pero siempre deseó. Y poco a poco se fue dando cuenta que el amor que dio tanto a otros, se lo había dejado de dar a sí misma.
Necesitó rescatar ese amor perdido, el más importante, el que jamás tenemos que dejar de cuidar, el que tenemos que alimentar a diario, el amor a sí mismo, el cuidarnos, el mimarnos, el darnos gustos y caprichos. Porque somos ejemplo a seguir para los que vienen detrás nuestro. Y porque sino el auto daño es demasiado y la autoestima queda con heridas profundas y con una fragilidad que apenas puede soportar los golpes que siempre llegan de la vida.
Para estar fuertes tenemos que alimentarnos de aquellas cosas que nos roban sonrisas, que nos dan paz, complicidad con uno mismo, esas cosas que nos fortalecen, que nos llevan a animarnos y motivarnos a ser desafiantes y capaces.
A medida que pasó el tiempo, ese carro del supermercado fue incluyendo incluso cosas que ella jamás probó, jamás conoció. Atenta a lo que les gustaba a los suyos, desplazó y fue indiferente a todo aquello que a ella le fascinaba. Y comenzó a conocer cosas nuevas, y ahora las elije con una sonrisa, conforme con cuidarse, con entenderse, con conocerse y saber qué es lo que quiere. Antes no lo sabía, sólo sabía lo que hacía feliz a otros.
Aquel primer viaje al supermercado que hizo sola fue una desgarradora lección de vida que la dejó en evidencia ante sí misma. Dejar cada artículo en su estante fue como un decirle adiós a partes del otro que ya no están con ella, y a medida que lo hacía se desprendía de un pasado que la llenó mucho, pero que ahora lamentablemente ya no es parte de su presente.
El psiquismo tiene que dejar de ejercitar diariamente el pasado, desprenderse de él y aceptar que ya es hora de cuidarnos. Ya no más recrear el pasado sin poder vivir el presente, nos aleja de la vida misma, nos hunde en profundas depresiones, en llantos que no traerán a los otros, más aún si se trata de casos de muerte. Necesitamos reintegrarnos a la situación nueva, necesitamos aceptar que si bien aquello era nuestro terreno conocido, ahora tenemos que iniciar el recorrido por lugares nuevos, desconocidos. Sí, es doloroso, será un camino solitario, lleno de inseguridades y miedos, pero tenemos que transitarlo para comenzar una nueva vida y generar una nueva situación.
Soltar las manos del pasado no significa que lo olvidemos definitivamente o que dejemos de querer a los que se fueron. Los hijos estarán haciendo su vida, pero los amaremos para siempre, y siempre que golpeen desesperados nuestra puerta podemos salir con ellos al supermercado con una sonrisa a comprarles sus cereales y dulces preferidos, podemos siempre reconstruir con ellos aquel lazo que jamás se cortará entre una madre y un hijo. Pero mientras tanto, necesitas volver a la vida, a tu vida, a la que tienes que comenzar, a la que te cansará y dolerá por tanta soledad. Poco a poco serás dueña de situaciones nuevas, protagonizarás relaciones nuevas, podrás vivir emociones nuevas, y será un regreso a la vida bien merecido.
Dale tiempo a tu psiquismo, deja que se desahogue, que hable de sus miedos, que los enfrente, que los procese.
Como hizo ella, que volvió hacia atrás por todos los pasillos del súper a dejar lo que ya no tiene que comprar más. Pero recordemos: poco a poco llenó ese carro de vida, de gustos, de mimos, de preferencias suyas. Se conoció mejor, aprendió a escuchar su voz interior, y a la par su ánimo se reconstruyó, y el resultado final fue que se convirtió en su mejor protección, soporte y amiga.
Fuente: Ps. Patricia Cabrera Sena - www.suconsulta.com |