Mensaje de Churimaria:
¡Por favor, te ruego me ayudes! Soy la mujer que estuvo 13 años casada con un gay. Me dijiste en Santiago que mi inconsciente eligió a ese hombre para negar mi sexualidad. En tu taller del 6 de noviembre pude “matar” a mi padre (no lo reviví), cesé de odiar a los hombres y se acabó mi ira profunda. Sin embargo, ahora estoy desesperada porque he visto la realidad: durante toda mi vida he contado los orgasmos con los dedos de la mano, no tengo una vida sexual plena y satisfactoria, hoy en día casi no siento placer, y no quiero seguir fingiendo y pretendiendo ser la super amante que no soy. ¡Te RUEGO Alejandro con todo mi corazón que me digas qué tengo que hacer! Tengo 40 años y quiero disfrutar, liberar mi creatividad (muy dormida) y tener una vida sexual sana. Mi pareja actual sabe todo esto y trata de apoyarme, pero sé que es mi culpa y debo sanar todas las heridas que me dejó el abuso que me ayudaste a descubrir para poder vivir feliz como la mujer que soy ya. Gracias Alejandro, de verdad, ¡mil y mil gracias! ¡Eres lo más sanador que me ha pasado! Quiero agregar algo para que tu respuesta le sea útil a muchas mujeres: Yo inicié mi vida sexual muy niña (¡a los 11!) imitando a mis hermanas, mi madre es alcohólica rehabilitada, no terminé mi colegio y con estudios independientes pude cursar una carrera profesional. Hace dos años aumenté el tamaño de mis senos creyendo que con eso mi sexualidad se iba a “arreglar”, lo cual, obviamente, no sucedió. Eso quería agregar, porque pensé que puede ser útil para las que se encuentren en la misma situación que yo. ¡Gracias, no me cansaré de decírtelo!
Respuesta de Alejandro Jodorowsky:
Querida amiga: nuestra vida emocional es semejante a la naturaleza de los árboles: cuando a ellos les haces una herida, cortándoles por ejemplo una rama, esta herida no se cierra nunca más. No conocen la cicatrización. Queda en su tronco un agujero que, para protegerse, lo cubren con una capa que viene a agregarse a su corteza. Por eso hay árboles huecos. En esa cavidad crecen hongos que alimentan al vegetal. Es decir, que sus heridas acaban nutriéndolo. Para compensar a la rama cortada, les crece una nueva junto a la herida… El abuso que sufriste ha quedado grabado para siempre en tu espíritu. Lo pudiste olvidar, pero no eliminar. Ahora que sabes lo que te sucedió, puedes comenzar a examinarlo para que sirva como alimento de tu espíritu. Esa herida es la única relación profunda que tuviste con un padre. Para tu niña interior es esencial, necesitas esa amarra para sentirte pertenecer al clan que forma tu árbol genealógico. Si cicatrizaras la herida, te sentirías en peligro de muerte, sin padre que vele por tu vida. El amor filial existe con una potencia cósmica: amas a tus padres aunque sean unos monstruos. Esa capacidad de amor tienes que reconocerla en ti: ¡tu corazón ama y tu sexo desea otorgarse, impulsado por la energía de la especie que quiere reproducirse mediante tus ovarios. Esa energía es, por hoy, tu dormida creatividad. Dormida, pero no inexistente… Como tu despertar a la sexualidad fue anticipado y brutal, creíste que todos los hombres eran semejantes a tu padre, y por generalización, le adjudicaste al deseo sexual significados terroríficos. Sin embargo, marcada por el abuso, lo sigues proyectando en tus coitos, sumergida en una intensa culpabilidad. Un psicoanalista freudiano dijo: “Lo que tememos es lo que deseamos.” Es por esto que no te permites el orgasmo: tal placer te haría sentirte cómplice de tu brutal padre… Al encontrarte conmigo, un hombre viejo que te trató con delicadeza y comprensión, junto a tu herida comenzó a crecer una rama nueva, sana. Si hubieras tenido un padre que te tratara como yo lo hice, tu vida actual sería plena, feliz, realizada. Mi buen trato te reveló que todos los hombres no son semejantes a tu padre, lo que es en ti un progreso inmenso… Ahora que has dejado de vivir tu emoción y sexualidad como una niña y has pasado a un nivel de conciencia adulto, nos queda trabajar sobre la herida que permanece abierta en la profundidad de tu espíritu. Eso no se puede lograr a través de palabras, como lo intenta el psicoanálisis, sino de actos, como lo intenta la psicomagia.
Te ruego que sigas confiando en mí. Con toda mi alma trato de ayudarte, al mismo tiempo que, a mi manera no religiosa, rezo por tu padre, un pobre ser traumado él mismo desde niño, que tuvo que crecer con el centro emocional encerrado en una jaula, con el respeto hacia sí mismo definitivamente perdido: un ser humano incapaz de desarrollar su alma, condenado a morir como un animal y a vagar por dimensiones angustiosas una eternidad. Yo, en tu nombre, lo perdono… Ahora, tú tienes que darte el trabajo de convencer a tu cuerpo que la pesadilla se ha acabado. Para lo cual, realizarás un acto psicomágico que durará un poco menos de un mes. Cuando te lleguen las reglas, comenzarás tres veces por semana, lunes, miércoles y viernes, a realizar el acto, hasta que te regrese la menstruación. Desnuda, tomarás dos huevos crudos con tu mano izquierda y te los frotarás por todo el cuerpo, como si con ellos estuvieras absorbiendo la negatividad acumulada durante años en tu piel y tu alma. Terminada esta acción, reventarás con violencia los dos huevos sobre la copia de una fotografía de tu padre, e imitando a una niña pequeña te pondrás a lanzar gritos de rabia, repugnancia y sollozos de amor no correspondido, estrujando la foto así embadurnada. Luego secarás tus manos con una toalla roja y, sentada cómodamente, procederás a untarte el sexo con miel mezclada con jalea real. Absorberás con tus labios y tu vagina esa dulzura para enseguida comenzar a meditar media hora. No se trata de pensar en un tema, sino de olvidar el mundo y dedicar tu atención a observarte a ti misma, buscando sentir LA MARAVILLOSA SENSACIÓN DE ESTAR VIVA. Tu cuerpo, cuando lo liberes de las proyecciones intelectuales, emocionales y sexuales, caerá en un éxtasis vital, agradeciendo existir. Dejarás de lado planes y esperanzas para el futuro, sumergida en el presente. Los viernes, día de la diosa Venus, cuando termines de meditar, guardarás en un saco de plástico la fotografía de tu padre y los restos de los huevos, la meterás en el refrigerador. Luego, con el sexo aún embadurnado de miel, harás el amor con tu pareja. Al terminar el mes lunar, irás acompañada de tu pareja, a enterrar lo que contiene la bolsa (fotografías de tu padre y restos de huevos) en un lugar con árboles, de preferencia un bosque. ¡Que ese impensable que llamamos Dios te conceda la sagrada felicidad de los orgasmos!
Ilustración: Franz von Bayros |