Una madre judía le dijo un día a su hijo: Hijo mío, tienes ya veinticuatro años. Y ha llegado la hora de afrontar tu futuro. Tu padre tiene un amigo rico. ¡Ve, pues, a verle y pregúntale cómo se las ha arreglado él para hacerse rico!
El joven, siguiendo los consejos de su madre, concertó una cita con el amigo de la familia. Había caído la noche cuando se encontraron.
-¿Podría confiarme usted el secreto de su éxito? preguntó el joven visitante.
-Por supuesto, asintió el hombre. Es una historia muy larga. Y echando una mirada a su huésped añadió: ¡Dado que no tomas notas, apaguemos la luz! ¡No vale la pena gastar electricidad si no es necesario!
A estas palabras, el joven sonrió y dijo: Lo he comprendido. Acaba usted de darme la respuesta.
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Comentario de Jodorowsky:
El joven había comprendido que, para ser rico, hay que ser ahorrador, consciente de todo.
Aplicándolo al terreno que a nosotros nos interesa, para adquirir la riqueza espiritual, nos conviene estar, de igual modo, extremadamente vigilantes. No malgastar nuestra vida inútilmente.
Por esta razón es por lo que pido a las personas que vienen a consultarme si han estudiado su árbol genealógico a fin de ver lo que se preparan a vivir en el futuro. ¿Vivimos en el pasado, en nuestra herida, o bien en el presente, en esa maravilla que es el instante? Hay que tomar conciencia de lo que nuestro árbol nos ha legado a fin de no dilapidar nuestra vida.
Son numerosas las historias zen que hablan de economizar el agua. Es una manera de decir que no hay que malgastarse. O dicho de otro modo, vivir o en el pasado o en el futuro, pero no en el presente.
Fuente: Plano Sin Fin
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