Hay un momento en que pasas de oruga a mariposa, en que dejas de arrastrarte para intentar volar en aires de colores y cielos despejados.
Pero en ese intento suele ocurrir que algo se resiste, que notas que te cuesta remontar el vuelo, como si la ligereza que tus alas te aportan no fuese suficiente y un peso extraordinario te lastrase.
Conviene en ese momento darse cuenta si acaso no seguimos arrastrando piedras que no nos corresponden, cargas que, por inercia, aún mantenemos, mochilas llenas de emociones que ya no nos pertenecen y que tan sólo se necesita soltar.
Soltar ese lastre es i
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